"...de que hay dos bandos¿Saben qué estoy hablando?Los que catalogan de duros y a los que catalogan de blandos."
Saturnino Rey
Hace unos cuantos días que tengo este artículo pendiente... Y me pesa tener que haber llegado a estas instancias que voy a relatar para llegar a escribirlo.
No tengo mayores excusas para mi falta de escritura en los últimos días. Me pesa; me pesa mucho en la conciencia dejar de escribir. Me pesa no poder solucionar mi mente y entregarme al resto de las personas en detrimento de mi propio arte y esta labor divina tan penosa. Siempre me entrego al sufrimiento por las personas que me rodean y soy un cristo sin nombre ni oficio; el más ignorado y sacrificado de los cristos.
Estoy muy cansado de repetirlo, pero voy a hacerlo una vez más para aquellos que no me hayan leído antes: El mundo está conectado, todo está conectado; cada singular pertenece a un conjunto y no hay hechos aislados que no incumban a la historia.
Todos estos días que dejé este artículo sin escribir, fui acumulando hechos y circunstancias, observaciones y situaciones que forman el todo que quiero figurar.
Resulta que el marco de todo este asunto de los bandos influye en cierta escena de competencia que se desarrolla en la sociedad. La competencia es institucional, es personal, es natural... es en todos los aspectos que puedan considerarse. La competencia es parte de la historia y de la sociedad, del planeta, por así decirlo. La competencia es la selección natural darwiniana de la que hablé con anterioridad.
Entonces, afirmo que hay dos bandos; la competencia requiere de dos bandos, de dos esencias opuestas. Esta es una posición filosófica que caracteriza al mundo occidental; la dualidad [bien/mal], la división [luz/oscuridad].
Hay de hecho una realidad y un conocimiento más profundo y más complejo en el que se inserta la mencionada dualidad, y es la visión oriental -que yo conozco por referencia, aunque, por fuera de la estereotipización, he conocido empíricamente-. Aparentemente esta visión supera cualquier juicio conocido por nuestra educación.
La última semana he reflexionado sobre el paro nacional convocado por la CGT y los conflictos internos entre gremialistas de la educación y los sectores políticos. Evidentemente hay un enfrentamiento de bandos.
El enfrentamiento puede ser de intereses, puede ser de riquezas, de planes, de visiones, de modelos de vida. Puede ser un enfrentamiento de poderes, entre explotadores y explotados; un enfrentamiento entre los poderes de acción y de dirección. Cada uno le dará la categoría que le parezca a estos bandos; así funciona. El enfrentamiento de bandos debe existir en cada persona que pertenezca al sistema, porque de él se nutre el mismo para funcionar.
Todo esto -hasta aquí-, me hace recordarles a los lectores que hay dos posiciones desde las que escribo y son la personal y la universal; hasta aquí he explotado la universal, y de aquí en adelante recurriré a la personal para desahogarme a mí mismo. Está el plano del presente y el plano del recuerdo; también del futuro. Como comprenderán, la realidad más simple del tiempo supera incluso los dos bandos.
Así, lo primero que recuerdo, es un ensayo que comencé hace poco más de dos años en la Capital Federal -"El efecto canto de la moneda (un fenómeno de dos caras que se unen en uno)"-. Ese ensayo lo comencé a escribir la madrugada en que me acosté por primera y única vez con Alfonsina. Alfonsina era italiana, delgada, rubia, atlética, atractiva y superficial. Ella vio escrito algo del ensayo y me preguntó a modo de sugerencia si yo era un interesado en la filosofía, a poco de arrojarse sobre mis brazos y entregarse a mí en llanto. Alfonsina me dejó porque yo no tenía dinero -y otras mujeres también-. Y sin dinero mis relaciones, siempre van a ser un desastre -aunque esta vez la esté peleando con todas mis fuerzas-.
Lo segundo que me viene en mente, son las clases que vengo presenciando en la universidad. Todas terminan por dejarme pensando que yo soy un alumno y que los profesores... son profesores: Ellos ganan un sueldo; yo trabajo por igual, pero no gano un centavo -y no puedo reclamar a nadie por ello-. Yo quiero cambiar eso; pero quiero cambiarlo para mí, porque no alcanza para que lo cambie para todos los que asisten a las clases.
Lo tercero es el cúmulo de situaciones que me envuelven en mi vida cotidiana: Voy por las dos docenas de años, mi compañera del secundario Romina se está por recibir, Juan Pablo me enteré que siendo Ingeniero Químico entró en YPF y le corresponde un sueldo alucinante... Y toda esa sarta de recuerdos de todos los trabajos que tuve (que exceden la docena), la plata que gané, la que no tengo... Plata, plata, plata, dinero, billetes, malestar, riqueza, posesiones, plata, dinero, plata, plata, plata... ¿Por qué voy a engañar a alguien?
Hasta lo que ocurre el momento más próximo a empezar a escribir este ensayo: A pesar de los malestares digestivos que tengo hace algunos días, voy a comer a casa de mi tía en una cena familiar -no sin intentar evitarlo hasta el final y terminar yendo solo (y qué explicación más larga debería dar)-. Entonces allí mi hermana genera una discusión porque yo estoy frente al televisor y ella no puede ver (mientras juego un videojuego con mis primos y mi padre), y finalmente me patea tres o cuatro veces con maldad hasta que tomo una banqueta de plástico y la levanto con intención de golpearla en la cabeza. Aparentemente, toda la familia presente interpreta esto como una grave ofensa y termino con mi primo Juan Manuel tomándome por el cuello. No me interesa entrar en mayores detalles. Sólo resaltar que nadie consideró que con una banqueta de plástico no podría hacerle mayor daño (aunque la golpease con todas mis fuerzas) que una marca roja del golpe que ni siquiera terminaría en un chichón. Y aparentemente, luego de todo esto, yo soy una persona muy mala. Y mi primo me desestima cuando le digo que la próxima vez no se entrometa porque puedo perder el control y lastimarlo; y mi tío no acepta que yo pueda tomar semejante medida contra mi hermana -a pesar de que le digo que tolero la actitud de su hijo-; y mi madre me trata de misógino cuando le digo que no pueden permitir que mi hermana se posicione por sobre mí y que tiene que ceñirse a su actitud que debe ser femenina y no esa agresiva y competitiva que me avergüenza. De mis palabras nadie comprende nada, pero la actitud incluso violenta de mi hermana por imponerse es autorizada.
Mi hermana está imponiendo su supremacía desde hace unos cinco días cuando rindió un examen de medicina. Como si pudiera juzgarla, desearía interferir para que lo desapruebe en función de su falta de humanidad; sin embargo eso también me perjudica. Es el precio por no definir un bando, se debe sufrir. Decidir conlleva una gran responsabilidad y las responsabilidades son una manera de sufrimiento.
Mi hermana estudia en la Universidad Nacional del Sur y se adhiere a las diferencias de bandos que la universidad le propone. Luego trae esos problemas a mi casa -Continuando con una línea lógica aristotélica, la universidad me trae problemas-. Yo soy muy crítico y me siento muy en pugna con las posiciones de esta universidad, por eso me decidí a formar parte de la carrera de Ciencias de la Educación. En realidad, quise comenzarla el año pasado en la Universidad de Buenos Aires, como prueban mis "Palabras para los letrados".
Finalmente, he convertido esto en un asunto personal. Se trata de tener mi propio dinero, de disponer de mis propios recursos, de alejarme de mi familia y de toda influencia y constituirme en mi propio mesías. Mi planes siempre son de futuro; pero mi trabajo es presente. Yo trabajo en pos de un resultado que recibiré y ya es tiempo de que lo reclame. A mí me divierte escuchar a Jorge en las clases de filosofía cuando habla de que los filósofos buscan todo el tiempo y esperan la llegada de un nuevo mesías (que es una especie de sentimiento religioso), mientras que alucino en mi propia mente que él mismo podrá verme como su mesías para que me apruebe el examen. Pero mi vida se desarrolla lejos de ese salón auditorio y yo no soporto este sufrimiento como para que me cause gracia; al igual que cuando pienso durante la clase que el chiste estuvo muy bueno pero él gana un sueldo por hacer el chiste. Básicamente, se me figura que los profesores se ríen en mi cara.
Durante mis clases universitarias, siempre termino riendo por dentro: El gran chiste es que yo no gano dinero por estar allí; yo soy el gran chiste, se están riendo de mí y de mi pobreza material; se están riendo de mí porque sé mucho y me quedo callado, se están riendo de mí porque no tengo autoridad alguna.
Cuando la profesora de psicología habla de cada aspecto de la sociedad que se pueda en un popurrí informe o cuando esa mujer de la primera fila habla de su hijo que fue al colegio Güemes y menciona que fue diagnosticado con TDAH y que ella jamás le dio Ritalin con evidente culpa... ¡¿Qué voy a decir?! ¡Se me parte el corazón! ¿¡Qué voy a decir!? ¿Voy a decir que no me importa? Cuando se me ponen los ojos vidriosos en esa clase insulsa... ¡¿Qué voy a decir?! Mientras escribo en Viernes Santo en la habitación de casa de mis padres y lloro como un cristo... Quiero gritar, quiero pararme adelante de toda esa clase de jóvenes inocentes y decirles que este mundo no es como se los pintaron; que hay un montón de sufrimiento y de violencia y que yo lo soporté todo; que no me tomen a la ligera porque me metieron en una comisaria y me molieron a trompadas esposado, que me ataron de pies y manos en un psiquiátrico y acá estoy vivo y maltrecho, pero levanto cincuenta kilos de pesas y corro veinte kilómetros sin parar; que tengo la mente retorcida y el estrés postraumático me trastorna el pensamiento, pero sé amenazar y detener el filo de una cuchilla contra un cuello sin cortarlo, porque me niego a lastimar, pero me obligan a asustarles para ganarme mi sitio.
Cuando me observo desde fuera y me doy cuenta de este monstruo que soy, pienso que me van a echar de la universidad, o que jamás me van a dar una oportunidad. Soy un monstruo. Soy peor que un falso mesías. Soy un hombre lleno de dolor, eso soy; soy peor que un monstruo, porque tengo forma humana.
Lentamente, voy comprendiendo cómo abandoné mi primer posición rebelde, de obediente y cumplidor, de pacífico y agradable; y voy adhiriéndome a esa posición sumisa y superior en jerarquía de quienes no obedecen las órdenes, sino que las dictan, quienes hacen la guerra a los pacíficos y les envían a realizar trabajos desagradables.
Confundo mi historia personal con el universal de la historia; pero es que no es para menos. Yo fui el bahiense que trajo la carrera de Ciencias de la Educación a Bahía Blanca. Porque yo escribí sobre ella el año anterior. Y está escrito y documentado. Yo fui a hablar de ese tema al C.E.M.S. y le mandé carta al rector por el cargo absurdo de albañil que quería tomar en la facultad de agronomía que pagaba tan poco como seis mil pesos, que -lo voy a decir sin cinismo- es mucha plata (la suficiente para vivir un poco tranquilo). Yo estuve en la oficina del departamento de personal discutiendo con Adriana y con Rosana. Y soy yo el que está dispuesto a sufrir de todo, ya sufrió demasiado y sigo sufriendo por todas las faltas que se cometen en este sistema. Me asombra lo lejos que he hecho resonar mis palabras. Soy un tipo bien jodido aparentemente.
Cuando pienso en las clases de Viviana y comprendo que da sus clases como con vistas a un cambio educativo, pero ni siquiera puede cambiar sus propias clases para hacerlas más parecidas a su visión... Se me viene a la mente esa iniciativa de ceder el micrófono. ¿Pero y el dinero? ¿El dinero por estar allí? Yo no puedo esperar mucho más. No quiero esperar mucho más para que suceda algo que me dañe más de lo que yo pueda soportar. Porque ninguna de esas personas va a hacer nada luego.
Vuelvo a pensar fríamente. Vuelvo a pensar que hay dos bandos. Muchos alumnos avisan de los paros por Facebook. Y así boicotean las clases. Hay dos bandos... Hay dos bandos, un bando explotador, un bando que educa, otro que aprende, un bando sumiso, un bando que domina.
Yo debo aceptar que no comprendo estos bandos. Que alguien se acerque y me explique de qué se trata. Lo único que comprendo es que hay gente que está ganando dinero por hacer esto mismo que yo hago y yo no. Ni siquiera eso comprendo.
Puede que sea un adelantado. Voy dos semanas adelante de las clases con todo lo que escribo, lo tengo bien claro. Estuve un año adelantado con la carrera que pedí que armasen para mí en la universidad. Esto no es una casualidad, quiero ser egoísta. A veces me apena por quienes estudian la carrera con la misma posición que yo. Seguro no son pocos. Me apena por mí, porque quienes comparten la carrera conmigo van a ser quienes más duramente me juzguen -no los juzgo, es el rol del observador-. Por ello voy a darles una ayuda: Este puede ser un buen ejemplo del ensayo que tienen que presentar para Jorge, sólo que para este punto ya lleva el doble de la extensión que debería.
Al final, hace algunos días habló Luis D'Elía diciendo lo que ya he escuchado antes: Duhalde es un narco. Y luego Duhalde habló en el mismo programa diciendo que el problema del país no es la droga y que se usa este tema para desviar la atención del público de otros asuntos de mayor importancia como la educación y la salud -y tiene razón-.
A mí me interesa conocer más sobre estos bandos siempre y cuando ello termine en obtener dinero. Cuando yo vivía en Buenos Aires, una mujer emprendedora me dijo: "¿Y en ninguno de esos libros que vos lees dice cómo tenés que hacer para ganar plata?". Ese fue un comentario muy duro y sin embargo sincero y acertado.
Y en definitiva yo -como me autoriza Antonio Porchia-, casi no digo nada. Pero tengo la convicción de que lo poco que digo, sirva de algo. Después de todo "quien dice la verdad, casi no dice nada".
Cuando era muy pequeño me decían que yo no iba a cambiar el mundo. Tal vez el mundo se divide entre dos bandos, uno conservador y otro renovador; un bando que quiere cambiar el mundo y otro que quiere mantenerlo tal como está.
Yo quiero cambiar mi mundo. Quiero tener un sueldo fijo, construir mi propia casa, viajar alrededor del globo, tener un vehículo, vestir muchas ropas diferentes, quiero probar, quiero experimentar tener lo que yo desee.
Por todo lo que conozco y lo que viví, yo ahora realizo todas mis actividades solo y catalogo de duro; y a ustedes, que preguntan tanto, que participan y que no piensan en el dinero, que hacen comentarios en clase, que se aglutinan en grupos, conforman bandos y admiran a los profesores en lugar de despreciarles, los catalogo de blandos.
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