La
educación de la Universidad Nacional del Sur se caracteriza, entre otros
aspectos, por tener una fuerte carga hermética. Para cualquier colegiado de
dicha institución es cien veces más interesante si digo que según Mario Bunge y
en una cita de él mismo “Cuando no tengas nada que decir, dilo en difícil, y
los incautos te tomarán por profundo”, que si hago mi propia redacción en forma
libre.
La institución
que nos identifica a los bahienses como U.N.S.,
a manera del conjunto de personas que la componen y que de esa manera forman su
corpus activo por fuera de las
instalaciones edilicias, lleva en su interior un profundo interés hermético. Y
ello se evidencia en su calificación.
En
la U.N.S a Mario Bunge lo conocen porque es un erudito reconocido, egresado de
la Universidad de La Plata que hace filosofía de los asuntos “profundos” de la
universidad.
La
educación hermética se caracteriza por los mismos aspectos que caracterizan a
los estudiosos de la hermética, o más bien a los hombres y mujeres que anhelan el
conocimiento hermenéutico. Pero lo cierto, es que para comprender los textos
sagrados hace falta tener dinero, viajar por el mundo y examinar personalmente
los originales de estos textos; cualquiera que tenga una noción básica de traducción comprende esto.
La
calificación que deriva de este anhelo hermético se caracteriza, especialmente,
por ponderar grandemente la utilización de términos complejos y darles
definición; por ejemplo, exégesis,
que es el fin último de esta educación basada en la erudición.
Ahora
bien, no se trata de la manera en que esté redactado un ensayo, ni un examen,
ni la actitud frívola o circunspecta que posea el alumno… Lo que define su
calificación es el juicio incierto de cada profesor individual. Sin embargo, la
característica más ampliamente distribuida entre todos los profesores de la
mencionada institución es la que he descripto en los primeros párrafos de este
ensayo.
La
falsa expectativa exegética de estos hombres se evidencia en las aprobaciones y
desaprobaciones que hacen con sus calificaciones. Si ellos fuesen verdaderos
exégetas, comprenderían las palabras del Eclesiastés, cuando Salomon pronuncia vanidad de vanidades. Comprenderían que
nuestro único Dios es el sol, aquel que nos brinda luz y, como he escrito en mi
primer libro –Mi primer monstruo-, no hay juez más justo que el que nos permite
ver lo que hemos hecho; comprenderían que el sol está hecho de luz y claridad,
que la tierra está hecha del polvo de nuestra carne y la luna del polvo de los
huesos de nuestros muertos. No se trata de las palabras que la expresan, sino
de la verdad.
Si
estos hombres y mujeres fuesen verdaderos exégetas, comprenderían a razón de
vuelta de pluma que la vida humana es nada en comparación con el conocimiento
de milenios de historia escrita y se probarían a sí mismos que las ciencias no
son más que una excusa económica. Las escrituras deben ser analizadas por sí
mismas y no apoyándose en teorías abyectas como las del carbono catorce.
En
los Diálogos de los Muertos de Luciano, Hermes le comunica a Caronte, el
barquero, en ocasión de la reclamación de una deuda: “Así lo prefiero, aunque
no cumplas el pago de tu deuda. Ah, por cierto, no recuerdas cómo eran los
antiguos que venían hasta nosotros: Se trataba de hombres valientes y muy
malheridos. En cambio, ahora, los muertos llegan envenenados por los hijos o
esposas, o con el vientre o las piernas inflamados, vulgarmente pálidos, con
ningún parecido a los otros. Además, estos últimos mueren casi todos por causas
relacionadas con maquinaciones tramadas entres ellos por el dinero.”
Lo
poco que estos hombres y mujeres comprenden sobre el conocimiento cosmogónico y
teológico, se ve reflejado en sus calificaciones. Y hace falta un gran esfuerzo
intelectual de revelar la desinformación y formación antihumana que han recibido en su educación
para solucionar el malestar social que generan.
Es
necesario que estos hombres y mujeres puedan vislumbrar a través de los
malestares sociales como la frustración que generan en los alumnos desaprobados,
el descreimiento social que propician y que siembra el caos. El impacto social
no es menor cuando yo he comprobado que son los mismos egresados universitarios
de la U.N.S. que controlan en Bahía Blanca los aspectos económicos, jurídicos,
contables y administrativos de la ciudad; a través de este control, los
profesionales egresados universitarios fomentan un Estado de exclusión que exacerba las diferencias sociales,
limitando el acceso a la información, a la salud, al dinero y a la recreación.
Efectos
colaterales de este statu quo son el
abuso de sustancias y la sensación de inutilidad, como la falta de diversión
sana que experimenta ampliamente la juventud citadina contemporánea.
La
calificación hermética establecida por los artífices universitarios de nuestra
ciudad, nada tiene que ver con los conocimientos acertados y universales
enunciados en la Tabla de esmeralda.
De hecho, sus hechos pueden ser relacionados más acertadamente al
anti-conocimiento; especialmente el modelo terrorista establecido por los
nuevos fundamentalistas árabes.
Para
restablecer un período de verdadero conocimiento, es necesario replantear todo
el sistema de calificaciones y eliminar el modelo de exclusión dominante. No
cabe aquí ya considerar cuál es el mejor camino mental para solucionar estos
hechos, sino solucionarlos con hechos.
La
filosofía de la educación hermética y la calificación cualito-cuantitativa es
la de mantener a la juventud ociosa en maquinaciones intelectuales sin ningún
valor productivo verdadero. Luego, en el ámbito de la sociedad productivamente
organizada, es su fin el de separar a los hombres y mujeres instruidos de los
que no, con el objetivo de mantener a los no instruidos alejados de toda
producción por su supuesta incapacidad intelectual, de manera que tampoco
tengan acceso a la riqueza y que así se establezcan diferenciaciones sociales
jerárquicas que apuntan a la distribución dispareja de la riqueza con
resultados que, lejos de beneficiar a la sociedad ni crear ningún conocimiento
verdadero, más bien producen resultados que redundan en la realidad que relata
Hermes a Caronte.
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