sábado, 31 de mayo de 2014

La filosofía de la educación hermética y la calificación

La educación de la Universidad Nacional del Sur se caracteriza, entre otros aspectos, por tener una fuerte carga hermética. Para cualquier colegiado de dicha institución es cien veces más interesante si digo que según Mario Bunge y en una cita de él mismo “Cuando no tengas nada que decir, dilo en difícil, y los incautos te tomarán por profundo”, que si hago mi propia redacción en forma libre.
La institución que nos identifica a los bahienses como U.N.S., a manera del conjunto de personas que la componen y que de esa manera forman su corpus activo por fuera de las instalaciones edilicias, lleva en su interior un profundo interés hermético. Y ello se evidencia en su calificación.
En la U.N.S a Mario Bunge lo conocen porque es un erudito reconocido, egresado de la Universidad de La Plata que hace filosofía de los asuntos “profundos” de la universidad.
La educación hermética se caracteriza por los mismos aspectos que caracterizan a los estudiosos de la hermética, o más bien a los hombres y mujeres que anhelan el conocimiento hermenéutico. Pero lo cierto, es que para comprender los textos sagrados hace falta tener dinero, viajar por el mundo y examinar personalmente los originales de estos textos; cualquiera que tenga una  noción básica de traducción comprende esto.
La calificación que deriva de este anhelo hermético se caracteriza, especialmente, por ponderar grandemente la utilización de términos complejos y darles definición; por ejemplo, exégesis, que es el fin último de esta educación basada en la erudición.
Ahora bien, no se trata de la manera en que esté redactado un ensayo, ni un examen, ni la actitud frívola o circunspecta que posea el alumno… Lo que define su calificación es el juicio incierto de cada profesor individual. Sin embargo, la característica más ampliamente distribuida entre todos los profesores de la mencionada institución es la que he descripto en los primeros párrafos de este ensayo.
La falsa expectativa exegética de estos hombres se evidencia en las aprobaciones y desaprobaciones que hacen con sus calificaciones. Si ellos fuesen verdaderos exégetas, comprenderían las palabras del Eclesiastés, cuando Salomon pronuncia vanidad de vanidades. Comprenderían que nuestro único Dios es el sol, aquel que nos brinda luz y, como he escrito en mi primer libro –Mi primer monstruo-, no hay juez más justo que el que nos permite ver lo que hemos hecho; comprenderían que el sol está hecho de luz y claridad, que la tierra está hecha del polvo de nuestra carne y la luna del polvo de los huesos de nuestros muertos. No se trata de las palabras que la expresan, sino de la verdad.
Si estos hombres y mujeres fuesen verdaderos exégetas, comprenderían a razón de vuelta de pluma que la vida humana es nada en comparación con el conocimiento de milenios de historia escrita y se probarían a sí mismos que las ciencias no son más que una excusa económica. Las escrituras deben ser analizadas por sí mismas y no apoyándose en teorías abyectas como las del carbono catorce.
En los Diálogos de los Muertos de Luciano, Hermes le comunica a Caronte, el barquero, en ocasión de la reclamación de una deuda: “Así lo prefiero, aunque no cumplas el pago de tu deuda. Ah, por cierto, no recuerdas cómo eran los antiguos que venían hasta nosotros: Se trataba de hombres valientes y muy malheridos. En cambio, ahora, los muertos llegan envenenados por los hijos o esposas, o con el vientre o las piernas inflamados, vulgarmente pálidos, con ningún parecido a los otros. Además, estos últimos mueren casi todos por causas relacionadas con maquinaciones tramadas entres ellos por el dinero.”
Lo poco que estos hombres y mujeres comprenden sobre el conocimiento cosmogónico y teológico, se ve reflejado en sus calificaciones. Y hace falta un gran esfuerzo intelectual de revelar la desinformación y formación  antihumana que han recibido en su educación para solucionar el malestar social que generan.
Es necesario que estos hombres y mujeres puedan vislumbrar a través de los malestares sociales como la frustración que generan en los alumnos desaprobados, el descreimiento social que propician y que siembra el caos. El impacto social no es menor cuando yo he comprobado que son los mismos egresados universitarios de la U.N.S. que controlan en Bahía Blanca los aspectos económicos, jurídicos, contables y administrativos de la ciudad; a través de este control, los profesionales egresados universitarios fomentan un Estado de exclusión que exacerba las diferencias sociales, limitando el acceso a la información, a la salud, al dinero y a la recreación.
Efectos colaterales de este statu quo son el abuso de sustancias y la sensación de inutilidad, como la falta de diversión sana que experimenta ampliamente la juventud citadina contemporánea.
La calificación hermética establecida por los artífices universitarios de nuestra ciudad, nada tiene que ver con los conocimientos acertados y universales enunciados en la Tabla de esmeralda. De hecho, sus hechos pueden ser relacionados más acertadamente al anti-conocimiento; especialmente el modelo terrorista establecido por los nuevos fundamentalistas árabes.
Para restablecer un período de verdadero conocimiento, es necesario replantear todo el sistema de calificaciones y eliminar el modelo de exclusión dominante. No cabe aquí ya considerar cuál es el mejor camino mental para solucionar estos hechos, sino solucionarlos con hechos.

La filosofía de la educación hermética y la calificación cualito-cuantitativa es la de mantener a la juventud ociosa en maquinaciones intelectuales sin ningún valor productivo verdadero. Luego, en el ámbito de la sociedad productivamente organizada, es su fin el de separar a los hombres y mujeres instruidos de los que no, con el objetivo de mantener a los no instruidos alejados de toda producción por su supuesta incapacidad intelectual, de manera que tampoco tengan acceso a la riqueza y que así se establezcan diferenciaciones sociales jerárquicas que apuntan a la distribución dispareja de la riqueza con resultados que, lejos de beneficiar a la sociedad ni crear ningún conocimiento verdadero, más bien producen resultados que redundan en la realidad que relata Hermes a Caronte.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario