Oía gemidos y sentía lamidas... ese calor. ¿Qué es lo que estaba sucediendo?
Entonces desperté y me vi tomando esos muslos, disfrutando ese sudor. ¡Maldición, era el sistema! Sin quererlo me había acostado con el sistema y le estaba dando duro, metiéndole todo mi ser sin asco al sistema; esas curvas que me habían parecido tan indefinidas, esa piel rígida que tan poco me atraía. Lo estaba haciendo mío, entrándole con mi propia técnica. Tomé toda la red, la hice un bollo y me la tiré como a la portera de un pensionado.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario