sábado, 22 de marzo de 2014

Si te quedases

No es un desiderativo
cuando pido que te quedes
porque no voy a olvidar
y mi corazón se sana

Ya llevo mucho esfuerzo
y por vos es que más me preocupo
porque me interesa ser hombre, caballero
y que cada mujer sea feliz

Son los tiempos estos
que todo lo maltratan
zamarreándolo con violencia:
ni pureza ni inocencia

¡Qué belleza de vivir
y triste historia de contar!
para enternecer a los más rudos
para que los tontos se conmuevan

Porque todo va y viene
y luego siempre me quedo entre amigos
riendo, bebiendo y ladrando
y festejando que estamos incompletos

Ni el trabajo ni el cariño
ninguna dignidad subsana
esta sociedad hiriente
que echó cuentas del amor

viernes, 21 de marzo de 2014

Demasiado de esto y aquello

    Como si fuera mi vida un diario público, he comenzado hace demasiado tiempo a escribirla y mostrarla. He demostrado demasiado de lo que pienso y sigo haciéndolo. De esto o aquello, pero demasiado.
    Leo durante la noche y duermo las mañanas. O me levanto por la mañana bien temprano y me voy hasta la oficina a hacer diseños y escribir. Escribo menos de lo que quiero. Leo mucho menos. Y hago diseño gráfico y diseño web muy por sobre de lo que debería. Todo por mí mismo.
    Y cuando llega la mitad del día me recuerdo que quisiera salir a correr. Y también cuando termina el día me recuerdo que quiero levantar pesas. Hago algunas repeticiones de unos cuantos kilos a las dos de la mañana.
    De yapa me anoté en una carrera universitaria. Y no gano plata. Escucho los reclamos salariales de los docentes. Y hace ocho años que lucho por una educación igualitaria. ¿Y yo qué reconocimiento tengo? Ninguno. ¿Y qué acreditación? Ninguna.
    Ahora voy al negocio de deportes y me compro unos guantes de boxeo de menor calidad que los que yo tenía. Por más del doble del precio que pagué por los míos. Me salieron ochenta pesos en el año Dos Mil Ocho, los que me robaron. Los compré en el Shopping.
    Guardo mi memoria recelosamente como si fuese indispensable. Y todos quienes están alrededor se ríen de ello. ¿Qué provecho le saco? En el mundo actual todo es ventaja, todo es medrar a través de la enajenación. Me acuerdo que María Angélica Carbonara me hizo aprender de memoria el título, el preámbulo o algo similar del Código de Comercio. ¿Para qué? Para que lo olvide y si alguna vez debiera utilizarlo en mi defensa, de seguro me torturarían hasta que ya no entendiese sus palabras.
    Estas últimas noches soñé mucho. Me sentí muy bien conmigo mismo y a la vez reflexioné sobre qué me impide lograr mi éxito completo. ¿Por qué no gano dinero? Ese es el fuerte interrogante. Si el dinero tienen que dármelo otras personas, entonces tengo una mala manera de comunicarme. Me asombra que muchas personas, por ejemplo, consiguen muchos votos de "Me Gusta" en sus páginas de Facebook y yo sólo unos pocos. En algo estoy fallando. Los números siempre están muy alejados de mí, dicen que fallo mucho. Mis números siempre son grandes.
    Hago algunas repeticiones de pesas y pienso que debería hacerlas más lento. Y a la vez pienso que debería estar escribiendo o leyendo. Me da dolor de cabeza y recuerdo que me pasó lo mismo en Cipolletti por tomar tres dosis de Supradyn diarias cuando la recomendación es de una sola. Lo mismo con la proteína; la recomendación es de una dosis y yo ya me tomé tres en el día.
    Estoy trabajando en ser bueno con la gente. Aunque mi legado es muy fuerte. Ser bueno equivale a brindar confianza y eso termina en las mismas decepciones que sufro siempre.
    Hoy un pasaje de Hesse no dejó de conmoverme y voy a transcribirlo: "Ahora estoy estudiando aquel ejercicio del principio al fin, es decir, repaso a fondo todas sus frases, lo traduzco de nuevo al idioma vernáculo: a las matemáticas, a la ornamentaria [sic], al chino, al griego... Una vez más en mi vida, al menos, quiero estudiar con cuidado y detenimiento el contenido total de un juego de abalorios, para después reconstruirlo. La primera parte quedó ya a mis espaldas, tras de haberle dedicado dos años, y es seguro que aún habré de dedicarle algunos más; pero gozando en Castalia de nuestra antaño célebre libertad de estudios, quiero aprovecharla precisamente en este sentido. Las objeciones en contra me son harto conocidas. La mayoría de nuestros maestros dirían: <<Hemos inventado un juego de abalorios a lo largo de siglos y lo hemos estructurado a modo de lengua universal y método para expresar todas las ideas y todos los valores espirituales y artísticos, reduciéndolos a una especie de común denominador. Entones llegas tú y te pones a remirar todo esto para ver si es correcto. Necesitarás tu vida entera para esta labor y después de [sic] arrepentirás de ella.>> Pues espero no tener que arrepentirme."
    Para hablar un poco sobre este fragmento, voy a decir en primer lugar que el párrafo es mucho más amplio. Lo que rompe con todas las normas supuestas de la escritura; en segundo lugar, que debería empezar y terminar mi cita con puntos suspensivos entre corchetes para denotar el faltante. Porque la cita propiamente hecha debe corresponder como mínimo a un párrafo. Esa es la organización semántica de las ideas. De otro modo, la idea está incompleta. Sin embargo, de todos modos, lo he hecho así porque al común de los lectores les importa un bledo (con todo respeto). Luego debería decir que la única parte que en realidad me interesa de todo el texto citado es sólo la parte entre corchángulos. Y que he usado el adverbio <<[sic]>> para denotar errores en el texto original de una edición muy rimbombante de manera que rebata así los argumentos de algunos que han criticado mi primera edición de "Mi primer monstruo" -por ejemplo, mi tía Vilma que ha sido directora de escuelas selectivas durante largos períodos (con todo respeto)-; para el caso, también quiero decir que aprendí el recurso del adverbio leyendo a Marcelo Díaz (en su "Díptico para ser leído con máscara de luchador mexicano", si no me equivoco), y que el corte de las tapas de mi libro fue perfecto; cien cortes de tapas perfectos, a lo que me rebelé cortando una pequeña porción del ángulo de una solapa (hecho decididamente a propósito) y pegándola en su reverso con mi firma y una pequeña inscripción al respecto; esa copia se la ofrecí a la doctora Rosana Tupone a la que le pareció muy caro el precio que otros pagaron sin rechistar y que más tarde le regalé en muestra de mi aprecio a mis vecinos Marissa y Jorge por el cariño que me han brindado durante años. Yo tengo a la vez que la suprema compulsión de la búsqueda de la perfección, el más profundo desagrado hacia ella cuando se presenta como una creación humana (porque la creación humana perfecta no debe ser susceptible de logro). Finalmente, me apena que se confunda entre corchángulos el pronombre "te" por el conector "de", lo que de todos modos no le quita el significado a la frase. Esa frase me parece sencillamente genial y en ella encuentro reflejado mi constante choque contra el sistema educativo; hace falta leerla más de un centenar de veces para comprenderla (yo lo he hecho).
    Esto último me sirve como preámbulo para plantear dos situaciones que a mí se me antojan de suma importancia para el desarrollo de la vida en el mundo organizado: Primero que yo soy un hombre en extremo meticuloso y excesivamente preocupado por los significados (algo que no es nada común); y en segundo lugar, que la educación clásica, organizada y sistemática debe ser completamente incompatible con mi persona. Digo esto porque justamente acabo de empezar la carrera de Ciencias de la Educación y he faltado toda la semana a las clases; y porque si yo fuese a las clases y atendiese lo que los profesores pretenden de mí, pues no estaría haciendo esto que yo estimo de sumo valor y altamente más productivo que realizar una guía de preguntas dirigidas por un catedrático que simple y llanamente no me comprende. Quiero decir que me da terror involucrarme en la Universidad Nacional del Sur y en su supremo sistema de corrupción que comienza por sembrar el escepticismo en las mentes prolíficas, todo esto en nombre del conocimiento, lo que denota una suprema inconsistencia. Todo eso me asusta: Voy a ir ahí a escuchar un monólogo de paparruchadas y después ¿Cómo voy a hacer para volver al mundo real?¿De dónde voy a ganar plata, repitiendo esa sarta de gansadas? Yo sé que esto ofende a muchos, pero es necesario que lo diga, porque es cierto, en cada letra, en cada letra es cierto.
    Aquellos quienes se ofendan con esto que escribo, son los que querrán argumentar que no todo en el mundo se cierne a lo cierto. Y me atacarán porque yo no pueda ganar dinero. Dirán barbaridades de mí y me encerrarán en el mismo círculo vicioso del que yo me esfuerzo con sagacidad por salir.
    Si no me alcanza la plata que me dan y siempre tengo un interés más, ¿Me voy a gastar trescientos pesos de colectivo para ir y volver todos los días, cuando puedo gastarlos en un suplemento dietario para ponerme más grande? Si me pongo más grande, sigo haciendo deporte, me hago más fuerte, me hago más duro, junto más furia, voy a llevarme el mundo por delante y amenazar al que se proponga cortarme el paso. Así me enseña el sistema educativo; así hacen para darle a sus hijos y para tener ellos, los profesores, lo que quieren a base de reclamos y medidas violentas. Ellos juntan una multitud para combatir a unos cuantos. Yo me voy a hacer uno solo, yo mismo, un solo hombre capaz de enfrentar solo, yo solo, una multitud. Con argumentos, intelectualmente y con fuerza bruta, a puñetazos, empellones y golpes. Y quién no dice que consulte unos cuántos libros sobre explosivos, y me haga un Alfred Nobel en potencia terrorista.
    Me imagino cuando rinda una prueba y escriba todo lo que me venga a la mente, diga una sarta de sandeces (o así sonará para el profesor) y me desaprueben. Me va a invadir la furia ¿Quién es ese hombre para sojuzgarme así?¿Por qué él puede cobrar por dar clases y yo no? No tiene importancia, yo vivo en el más completo absurdo. Me hice fuerte, soberanamente fuerte. Incluso a veces temo lastimar a los demás, porque puedo. En mi mente, reina la idea de que he soportado las mayores vergüenzas y he padecido todas las iniquidades, todas las injusticias y he visto y acudido a las mayores desgracias y dolores; he asistido situaciones increíbles y, sin embargo, desearía soportar sobre mi pecho los latigazos de todo el dolor del mundo, ser despellejado y descuartizado vivo con tal de no volver a escuchar un reclamo ni una objeción a mis palabras, con tal de no ser rivalizado y ser feliz.
    Si insistimos en la plata, voy a desperdiciar un montón de plata, comprando todos esos apuntes berretas que terminan en el fogón encendiendo una pila de piquillín para hacer el asado del fin de semana. Hoy se lo dije al hombre que me atiende en la imprenta. El estudio en las instituciones es un desperdicio de dinero. Un desperdicio de dinero muy grande. Tendrían que hacer sus propios libros los profesores, como hacía Lucrecia Boland cuando yo iba al secundario -Y mirá, voy a tener que hacer un parate y ser pragmático por un instante con vos que estás leyendo. A mí no me gustaba ir al secundario: Me hubiese gustado tener mi tiempo para leer mis propios libros (los que yo hubiese elegido). Porque al final todo resulta en una mezcla informe que te mienten que está dirigida hacia un interés determinado, pero no, no es así, no. Ahora, vos sabés que me acuerdo de Juan Rosés seguido los últimos días... Me gustaría llamarlo, venderle un libro. Y eso que Juan me mandó a Diciembre y se asombró de mi desempeño al final. Y yo no me lo bancaba ni medio, me parecía un charlatán. Pero le vendería un libro y le pediría ayuda para que me ayude a hacer triunfar mi empresa. Vos viste cómo son esos giros que te da la vida...-.
    En definitiva que a mí me gustaría cobrar por ser profesor o ayudante de cátedra o personal no docente y participar del sistema para cambiarlo desde dentro, pero no me dejan -Me la ponen difícil y se hacen los exquisitos y superiores y selectivos. Me caen mal-.
    Si me propongo defender la industria editorial (y con todos los libros que tengo, no me queda otra opción), lo menos que puedo hacer es estar en contra del apunte y la fotocopia. Además estoy comenzando mi propio emprendimiento editorial, tengo que ser consecuente.
    Yo ya tengo demasiado de esto y aquello, una biblioteca inmensa que no alcanzaré a leer en toda mi vida, pero que si vendo a precio de libro-papel no me dará de comer ni siquiera un año. Tengo toda la inteligencia que desearía y más y toda la estupidez y absurdidad concentradas en un pequeño punto sobre mi ombligo.
    Ya no quiero más, ni de esto ni de aquello. Quiero tener dinero y viajar lejos de esta ciudad que no me hace feliz, continuar escribiendo cosas como estas o libros como los que ya he escrito o terminar de escribir los que están por la mitad. Quisiera continuar con mi actividad editorial y poder terminar con el embrollo de la plataforma de internet, comenzar a recaudar dinero y lograr desprenderme en todo lo que respecta a lo económico de mi familia sobre todo; esa es una carga exagerada para mí.
    Tendré que ver cómo me las arreglo e intentar dormir menos, reaccionar más, estar más atento, mejorar mi ánimo por las mañanas. Apurarme para llegar hasta el "cutting edge" de la internet antes de que vuelva a evolucionar. Ya lo estoy rozando con mis dedos. Que no deba esperar más, por favor. Sólo necesito dominar el sistema de financiación de masas. Ya miles lo han logrado, tengo que poder yo también. No soy el primero. Tal vez soy la avanzada de la revolución en mi país, o en mi ciudad, o entre mi grupo de amigos o en la pequeñez de mi mente embotada en las palabras. Pero quiero decir, tengo que lograrlo, tengo que lograrlo en cuestión de meses, antes de que termine el año. ¡Se me está pasando el tiempo!
    No sé qué opinarán los demás, pero se me ocurre que si en la balanza pongo de un lado demasiado de esto y del otro, pues demasiado de aquello... La balanza quedará perfectamente equilibrada. O no perfectamente... Pero tampoco casi. Quedará equilibrada.

viernes, 14 de marzo de 2014

Los protegidos del sistema educativo

Hay ciertas personas que nacen destinadas a conformar parte del sistema educativo. Esto pude sonar arbitrario para un crítico de este ensayo breve. Lo voy a reafirmar dos veces: Primero, es cierto por la experiencia de mi vida; segundo, porque tengo un punto que desarrollar al respecto.
El título de este escrito estaba hace meses pendiente de desarrollo en mi computadora, y ante el actual debate público con respecto a la educación, me parece el momento más correcto para desarrollarlo y que sea de trascendencia.
Mi visión es la siguiente: El sistema educativo es arbitrario en su totalidad. Es arbitrario desde el momento en que se establece inseparablemente unido a la matemática. Porque la matemática es una ciencia exacta, y por lo tanto, definitiva (definitoria). La matemática, del mismo modo que la calificación intrínseca al sistema educativo, se instaura bajo enunciados lógicos y premisas establecidas que son irrevocables. –Esto quiere decir, para quien desee una explicación argumentativa, que se limita a un “dos más dos es cuatro”-. No hay variación en el sistema matemático, ni mayor ni menor. Como sistema, no admite alteración alguna.
Bajo esta mirada, no me parece de más resaltar y comparar la prepotencia violenta y la agresión con la matemática, los sistemas, y el sistema educativo. Quiero decir con esto que la prepotencia violenta y la agresión son herramientas del ego para la satisfacción de los deseos y no admiten variación alguna en su procesión. Sí fallan en algunos casos, pero no por ello quiera decir que se orienten hacia el fallo dichas acciones, sino que por el contrario, lo hacen hacia el éxito y la consecución de las pulsiones invocadas.
Por ello, y por otros motivos que desarrollo en mi literatura (que no vienen a ser colacionados en este texto breve), tengo que volver a interpretar que las situaciones que envuelven a cada persona desde el momento de su nacimiento, desde que poseen padres y ellos una historia que se ha sucedido consecutivamente a través de las generaciones; desde que cada uno posee una identidad única e intransferible, es susceptible de ciertos hechos que pueden o no ser predichos o intuidos.
Bajo la lupa del sistema educativo, todo saber, conocimiento, disciplina, técnica, didáctica y demás fenómenos cognitivos, puede ser estudiado como un proceso, ser analizado, desglosado y caracterizado más o menos definitiva o definitoriamente.
Las casas de estudios y saberes organizados, con la universidad a la cabeza… La universidad que pretende nuclear lo existente bajo el concepto de universo; lo que es decir, una sola versión, un solo discurrir de la vida unida. Todo y nada, todo y nada unido en el universo. El caos y el orden explicados bajo la tutela de las palabras.
Como refiere Herman Hesse en “El juego de los abalorios”. La educación instituída se remonta a tiempos romanos –Aún más, digo yo, a tiempos Griegos, a tiempos Egipcios, tiempos Persas, Hebreos; y todos los tiempos en que ha existido algún sistema de escritura-, pero también según explica Harold Lamb (un admirable historiador) en historia de Ciro el Grande, hubo pueblos como el Aqueménida (una facción Persa o Meda) que poseían un cierto sistema de educación oral a pesar de su carencia de escritura. Entonces me arriesgaría a decir que es la educación intrínseca a los sistemas comunicativos. –Yo siempre intento expresar que la piedra basal que nos diferencia como seres constructores del resto del reino animal es nuestra avanzada capacidad comunicativa-.
En “El juego de los abalorios”, Hesse demuestra un sistema ancestral que se corresponde con el relatado en la serie de Harry Potter que popularizó la exitosa Joane Rowling. Para explicarlo brevemente, referiré que se trata de un sistema de educación “superior”, es decir de personajes selectos, los “electi” o “magi” de Hermann o los “magos” de Joane (también “Magister”, “Magister Ludus”, para Hesse). El mayor éxito de la escritora estadounidense se explica por la audiencia mayormente joven que ha acogido sus libros, por la disponibilidad de tiempo que su juventud les favorece y el carácter del texto que alimenta la más grande aspiración humana que es la del conocimiento y la ilusión del reconocimiento que puede generar una educación de elite –por supuesto que no todos los humanos del planeta conocerán a Harry Potter, como por ejemplo algunos trabajadores campesinos de China, por hacer una suposición-.
En la historia de Ciro el Grande de Lamb, se muestra a un hombre sorprendentemente superior por sus hechos y la historia de una gran porción de tierra que posicionamos en el centro del planisferio impreso. Luego, el escritor John Ronald Tolkien, ha hecho famosa la serie de “El señor de los anillos” que relata las batallas de las tierras medias, aunque también incluye su propia Teogonía a través de “El silmarillion”. Harold resalta lo fundamental de la educación de Ciro a través de una frase que resalta la importancia de los maestros, explicando que si una mentira se colase a través de sus palabras, los jóvenes la aceptarían por desconocimiento y ya luego a través de las generaciones se perdería la verdad bajo el yugo de la mentira.
Luego, también está el trabajo de Eoin Colfer en la serie de “Artemis Fowl”, o el de la escritora Santafesina Liliana Bodoc en “La saga de los confines”. Y también la “Trilogía del águila y el jaguar” de Isabel Allende. Todas estas obras muy exitosas en ventas y bajo la misma temática, que podríamos catalogar bajo la categoría de “realismo mágico”.
Entonces las obras que acabo de mencionar, reflejan mi afirmación acerca de la arbitrariedad del destino de los hombres, al menos con respecto a este asunto del sistema educativo.
Habiendo establecido la defensa de mi afirmación primera, voy a continuar explicando las facultades de estos “protegidos”.
Los protegidos se refugian bajo argumentos muchas veces vacíos, otras veces bajo las órdenes o las escalas jerárquicas. Los protegidos nacen y crecen protegidos. Tienen un velo de palabras que los cubre y los apaña.
Quiero decir, la mayor parte de la educación consiste en explicaciones dialécticas, relaciones significante-significado, adquisición de un determinado vocabulario específico y otras habilidades comunicativas.
Pues bien, voy a plantear el nudo de la cuestión aquí mismo: ¿Cómo es que los encargados de resguardar el sistema comunicativo, fallan tanto en comunicar sus intereses y necesidades que necesitan de medidas de fuerza para que se los respete? –Bueno, yo creo que es porque la corrupción institucional ha alcanzado a la más básica de las instituciones de nuestro país-.
Después de todo, el desacuerdo salarial se sucede entre profesionales. Profesionales de la Educación Pública y profesionales de la Política de Estado; ambos sectores pertenecen al Sistema de Gobierno establecido. Quien mejor podrá comprender esto es, especialmente, quien no forme parte del Sistema de Estado; es decir, aquellos que carecen de obra social, que trabajan “en negro”, que cobran sueldos bajo el mínimo establecido, los artistas mantenidos y demás agentes exiguos al mundo organizado.
¿Por qué? ¿Por qué ocurre esto? –Por la manera en que las personas involucradas han sido educadas, porque son crédulos del sistema-. Mientras que toda persona involucrada afirmará que el sistema organizado invoca a la productividad en masa, yo en cambio disertaré que se presenta improductivo desde que se hace adulación de la “selección natural” (el esquema que, coincidentemente, Darwin sintetizó en estas tierras australes). Nuevamente, encontramos en la teoría mencionada, la idea de estar destinado a formar parte del sistema. Es el argumento de peso con mejor adaptación a la manera de actuar que va adosada al cargo público –con todo el permiso de Darwin para resistir el cambio y no adaptarme al sistema en que fui educado (como me sugieren eventualmente)-. Es la intención de juzgar deliberadamente a las personas para sacar provecho personal de sus capacidades, que se instruye en un Leviatán que nos aplasta.
Los protegidos del sistema educativo han permanecido mayormente en él. Desde pequeños se los ha contenido con estudios y actividades intelectuales que no les lleven a incursionar en el mundo “de fuera”. Los han resguardado en ese pequeño mundo institucional donde las agresiones son mucho más violentas y el control más fuerte; la atracción del mundillo institucional es de una potencia neta. Con ello, dueños del poder y el discernimiento, tienen la facultad de resguardar sus instituciones de aquellos que provienen “de fuera”, porque ven en ellos un virus que se infiltra y debilita su estructura.
Entonces caen bajo un instinto animal, el instinto de supervivencia. Que es el mismo que activa la codicia del dinero.
El mismo odio y rencor que ellos ven como un virus indeseado, es en realidad la necesidad; que no es odio ni rencor, sino simplemente violencia. La misma violencia que ellos desatan en el mundo extra-institucional al desarrollar su sistema de selección natural que premia y castiga, aprueba y desaprueba. Porque en el mundo de fuera todos viven, más sucios o menos cómodos, más faltos de amor o con humildad. Es la violencia la urgencia que surge del hambre y del temor.
Es la misma selección educativa que surge de la valoración  matemática (es decir, cualitativa y cuantitativa) de los alumnos como potenciales productores lo que refrena la producción, aumenta el índice de desempleo, propicia el robo y el hurto, desactiva el consumo e infla los precios generando desconcierto general e inseguridad. Si no me falla la memoria –Y si lo hace, de todos modos puedo recurrir a la fuente, como ahora- en “Freakonomics”, un economista y un escritor ponen de manifiesto <<¿Qué tienen en común los luchadores de sumo y los profesores?>>. Citando textualmente: “There are three basic flavors of incentive: economic, social and moral.” –Choose yours-.  Mientras que hay exámenes y preparaciones para exámenes, hay quienes los redactan y quienes adoran  la competencia. Hay dinero de por medio. También hay esfuerzo, pero el dinero lo hace todo más ameno. Pensemos en Lance Armstrong: Nadie le ganó en la bicicleta; se drogó, pero no le ganó nadie. Que se haya drogado no quiere decir que no haya pedaleado mucho, muchísimo. Y no cualquiera podría pedalear tanto aunque se drogase. Pero tal vez él hubiese pedaleado por gusto y no se hubiese drogado si nadie lo hubiese impelido a ganarle a otras personas.
-No es que yo diga que haya que pasar hambre, al contrario. Sin embargo yo siempre trabajé y sigo trabajando por menos dinero del que necesito de verdad.

Entonces yo creo que debería ser objeto de reflexión la solemnidad. ¿Qué es verdaderamente solemne? ¿Lo es decidir no desempeñar la actividad comprometida? –A mí se me antoja que es de mayor provecho personal (y eso se extiende a muchos más) realizar actividad a pesar de las circunstancias. Aunque me apena y me desanima que haya quienes se opongan, ellos no pueden impedirme que resista esa oposición y tal vez en ello va la capacidad adaptativa que, para mí, se asemeja a mantener la posición pese a la oposición-.

viernes, 7 de marzo de 2014

Cuando dejé de ser un niño

      Cuando dejé de ser un niño…
    Más bien, cuando me aventuré al mundo todavía era un niño. Todavía tenía sueños e ilusiones y no comprendía muchas cosas. Todavía iba al colegio cuando me aventuré al mundo y, sin consultar a mis padres, fui a pedir un trabajo y empecé a trabajar como cadete en bicicleta. Era cadete, o delivery, o mensajero. Cadete también es un puesto jerárquico; el más ínfimo. En el ejército los últimos orejones del tarro son cadetes.
    Al año siguiente empecé a trabajar como mecánico, “chepibe”, alcanzatuercas. Y también  como Bartender; como Barman, mejor dicho; como barra; como lavaplatos y preparatragos.
    Yo hacía el trabajo que nadie quería hacer. El trabajo más simple, lo más básico, lo que es necesario, que hay que hacer; pero nadie quiere ensuciarse las manos para hacerlo. Los dueños y jerarcas los hacen, hay que hacer esos trabajos; pero cansan y hastían.
    A mí no me molesta lavar un plato. O engrasarme las manos. O limpiar un inodoro, o juntar un vómito con un trapo.
    Lo que se me hace difícil a mí es escuchar a los que mandan. Yo a veces mando. Algunas veces pido ayuda o encargo tareas a mis compañeros de trabajo. Es lo mismo que hacen conmigo los dueños y jerarcas que mandan.
    A nadie le gusta que las cosas salgan mal. A nadie le gusta equivocarse, ni ser miserable. A nadie le gusta observar la miseria ni presenciar toda la seguridad de un infeliz caerse a un barranco.
    Cuando empecé a trabajar era muy flaquito. Y fumaba. Fumaba mucho. Y me costaba mucho hacer deporte y realizar trabajos de fuerza. Si tenía que palear un día, por ahí me dolía la espalda una semana después.
    Y no trabajaba todos los días del año. Porque cambiaba mucho de trabajo. Porque me enfermaba o me sentía mal. Porque me trataban mal o me sentía inútil. Porque no podía ganar la plata que yo quería. O porque, ansioso, quería obtener todo rápido. O porque era o porque soy un inútil.
    Entonces me fui de mi casa y me dije que yo podía proveerme de todo porque yo era un hombre. Podía ganarme la vida con mi trabajo. Porque yo había aprendido mecánica por mi cuenta. Porque yo era autodidacto. Había aprendido mecánica porque se me había ocurrido que tenía que saber sobre eso. Porque era condición indispensable para ser un hombre, para ser un macho. O se me había ocurrido o lo había escuchado. O estaba escrito. O lo leí.
    Esa era toda mi verdad. Y yo era un hombre, yo soy un hombre. Y los hombres son machos. Tienen que ser machos. Los hombres no lloran, los hombres no gritan, los hombres no se quejan; los hombres sufren en silencio, los hombres cargan con su dolor y sus penas. ¡Los hombres son machos, son fuertes! Si se golpean no se lastiman; si se lastiman no sangran; si sangran, aprietan la herida para refrenar el sangrado; si el sangrado no se refrena, se arranca la carne y la sangre y la grasa y así ya no hay herida, porque es un síntoma de debilidad y es contrario a la fortaleza y la hombría.
    Y me drogaba para no llorar, sentía dolor y me golpeaba fuerte en el pecho, callaba y evitaba los comentarios fútiles. Y me encerraba, me quedaba solo, me guardaba el dolor, renegaba de mi dolor, me debilitaba y me fortalecía y no comprendía cómo dos cosas contrarias podían caber en mí. Por qué era fuerte y me debilitaba, o era débil y me debía hacer fuerte. Qué era yo y qué me hacía. ¿Era yo mi propio dueño?
    Entregaba mi salud a cambio de mi dignidad y perdía mi imagen. Dormía. Me drogaba para dormir. No podía olvidar y quería ignorar. Devolvía mi dignidad a cambio de mi salud. Encontraba a todas las personas afables o les proporcionaba todo lo que tenía. O por temor. O por respeto. Por estupidez o por tozudez.
Escribía, siempre escribía. Tenía un momento de dolor y escribía. O me admiraba de lo simple de la vida y hacía una poesía para inmortalizar ese momento de felicidad efímero y solitario, absurdo y el mayor provecho del mundo.
    Aprendía todo por mi cuenta. Porque el camino era aprender, no saber. Nunca sabía. Siempre estaba aprendiendo.
    Hacía un arreglo en mi moto y era un genio de la mecánica, tomaba mi tiempo y lo convertía en un portaequipaje, calentaba el acero y usaba la morsa y golpeaba con el martillo y era un artesano y un herrero de excelencia. Doblaba una vez y cien y medía con la escuadra, hacía cálculos, sacaba el ángulo y volvía a corregir hasta que la pieza era perfecta, la más perfecta.
    Iba a trabajar a un taller y Fernando me preguntaba qué era lo que tenía en la mano, yo le decía que un carburador, entonces él me decía:
-¿Eso es un carburador?
    Y ese pedazo de porquería, esa inmundicia de aluminio fundido, lleno de impurezas y bañado en grasa se transformaba en un montón de pedazos, de piezas y tornillos; y perdía la forma y dejaba de ser lo que era y yo me volvía un estúpido. Y la plata la paga Dio$, a mí qué me importa la plata.
    Yo me instituí como un limpiador de la mugre del mundo. Yo me dedico  a limpiar. Como una abeja se traslada volando de flor en flor y se lleva unido a sus patitas el polen que después lleva al panal; yo voy entre las personas, por los negocios y los talleres, los restaurantes y los bares, juntando mugre que me llevo pegada a la piel, adosada a mi cuerpo. Y después la llevo a mi casa y a mi familia. O me la guardo para mí y me la como, y no me quejo ni lloro ni sufro, porque soy macho. Porque tengo que ser un macho.
    Lo que escribía con la mano lo borraba con el codo. Lo que aprendía, luego lo desaprendía. Porque me ensuciaba y me volvía a limpiar. Entonces nunca estuve sucio.
    Y dormía, dormía; y odiaba dormir. Y tomaba cocaína y no dormía y no lloraba; y me dolía, se me exaltaba el corazón pero yo no lo sentía; me sudaban las manos, pero yo me convencía que esas gotas brillantes que surgían de mi piel y tomaban colores a la luz eran lo más bello del mundo.
    Y ojalá que quien lea esto, llore. Que llore conmovido. Ojalá que vos que estás leyendo tengas los ojos vidriosos y estés llorando; aunque seas más macho que yo. Aunque seas una mujer y seas la materialización de la belleza y la delicadeza y sea tu función en el mundo la de verte conmovida por el sufrimiento más absurdo o la negación más decorosa.
    Ahora pasaron seis años y sigo haciendo mandados en bicicleta. Y los vestigios de mi moto se borraron de todos lados, porque ya no está conmigo. Y yo me volví bruto e ignorante. Y ya no escribo. Era sincero y ahora miento. Y me da placer ser violento y vil. Y ya no soy macho y siento dolor. Se me retuerce el estómago y pienso que voy a vomitar sangre.
    Pero a los hombres yo los identificó por su gesto; yo los veo a los ojos y los reconozco, los encuentro que no son ningunos machos y me doy cuenta de todo su sufrimiento cuando me maltratan y también las mujeres. El dolor les mancha los rostros y les ensucia todos completos, y sus bellezas desaparecen y se transforman en esbirros.
    Y yo que estoy limpio me llevo su suciedad y les consuelo. Me da lástima. Me da mucha lástima. Sudar, gritar, mentir, lastimar, aporrear y perseguir a todo trapo por un mendrugo y un charco de agua que lamer.
Resistir, esa es la función que tengo que realizar. Esa es la función del macho. Yo soy la avanzada de la resistencia.
    Porque no tengo nada y puedo resistir las penas para regalar una sonrisa. Yo para lástima no quiero nada.
Y soporto todos los comentarios malintencionados de mi hermana. Y tengo que conformarme con poder escribir unos párrafos muy absurdos. Cuando yo entiendo toda la situación de principio a fin y tengo un millón de palabras para explicar, pero se me atascan en el pecho y se me revuelven en el estómago. Y yo los veo a los médicos y esos que le inculcan frustración y sombras de grandeza para que venga a pisotearme.
Y tengo que conformarme con algunos párrafos absurdos cuando yo quiero explicar que mi hermana es mi más grande frustración. Y que ella tenía que ser un hermano y es mi hermana. Y se llenó de toda la malicia y todos los vicios más oscuros que le ensuciaron su carita redonda que no puedo limpiar. Esa cara de luna sin luz. Y ahora lo golpean también a mi hermano a ver cuánto resiste.
    Y entonces me quieren reventar, me quieren reventar en una prensa porque soy un inútil y yo tengo que conformarme con pensar que quiero ir a hablar con un psicólogo, pero que me va a costar plata.
    Pienso que estoy psicótico y que es la peor locura de encontrar a todos contra uno. Me pregunto por qué me canso y me siento extenuado. Qué es lo que hago que me agota, si en realidad hago muy poco y hago mal porque soy un inútil.
    Voy a dejar que me hagan su chivo expiatorio y que tapen sus errores con mi persona. Se van a arropar en mí. Y yo voy a resistir. Voy a reventar en la avanzada de la resistencia. Una gran explosión se va a llevar todo mi rastro.
     Entonces puedo escribir, pero resulta que soy un pánfilo escribiendo, entonces eso también lo hago mal. Y no me van a dar nada por todo lo que hago mal. Porque lo único que hago bien es ensuciarme. Y mientras yo me ensucio ellos se limpian.

    Entonces, te voy a contar lector, que vos sos parte de ellos para mí. Y como todo lo hago mal, te voy a dar las gracias. Gracias por leer mis párrafos sin cordura. Gracias por ser tan gentil de explotar todo mi potencial, de permitirme perder todo y no tener nada, de vaciarme de la limpieza que me ensucia. Gracias lector, gracias de verdad. Gracias por estar junto a mí mientras escribo. Y gracias por emocionarte por mí. Gracias lector, de verdad te lo agradezco.

Las luces de mi ciudad

A Sasha


Mientras avanzo en el auto
detengo la imagen
en mi mente de esas luces.

Veo cómo resplandecen,
allí se muestran
las que estuvieron.

Y te pienso.
Te pienso con calma
y con delicia
se me ocurre que podrías estar

a mi lado acompañándome.
Nosotros dos solos
y este paisaje.

Las luces de mi ciudad
que aquí de lejos
te regalo.

jueves, 6 de marzo de 2014

Contemplación de la obra

Martes, 19 de Febrero de 2.013

      Hay hombres que pueden mover montañas... Roca a roca, palada a palada de tierra, puede trasladarla a otro sitio; o socavarla por debajo y construir entera una morada.
Hombres, los hay, que han hecho grandes obras de arte; pintado cuadros tan hermosos y hasta cúpulas enteras y paredes y techos. Hombres los hay, hombres, capaces de todo por un simple impulso.
      Puede el hombre embarcarse en cualquier proyecto que se le ocurra o se le encargue; incluso aquel que se le imponga. Puede planearlo, proyectarlo, imaginarlo, idearlo. Al fin y al cabo, puede, con pausa intermedia o sin ella; con noches de sueño e insomnio mediante; con contratiempos y contra opiniones, realizarla.
    Puede concentrarse en los detalles de su obra y pulir cada resquicio, puede iluminarla y darle color, contrastarla y también perderla en la inmensidad de un paisaje.
Hay hombres dedicados. Dedicados a la creación. Crean de similar manera a como ellos mismos fueron creados... A merced del imbatible tiempo.
      Ahora, hay un momento en que la realización llega a su fin, el apogeo de su obra, el momento en que ya no le resta otra actividad que la de admirar su obra.
   Entonces el hombre se sienta a alguna distancia y observa: Observa que ha construido un imperio sobre una montaña; observa una gran pirámide, la reluciente tapa de su nuevo libro; observa la sonrisa torcida y el gesto tan genuino que ha conseguido retratar y observa el producto de su esfuerzo. Observa y recuerda cada pincelada, cada piedra tallada, cada letra y cada palabra y cada frase y oración que ha conseguido plasmar.
     Siente regocijo por su obra, recupera de alguna manera un brillo de energía de toda la que le ha entregado y siente orgullo de visionar que esa fisicura superará por mucho a su propio cuerpo blando y dócil. Siente asombro por la imagen del cúmulo del esfuerzo de sus días materializado en una única pieza.
     Proyecta un uso y una utilidad para su obra, que puede ser tan simple como su admiración en medio de la ociosidad; la ociosidad que siempre reina cuando se detiene la creación.
   Hasta que se fija en ella... Y toma fe en su propia capacidad; se hace dueño de su capacidad creadora y sintetiza su tesis: "He de crear, pero no lo haré para mí, que no tiene ningún sentido más que el de engrandecerme. Y si me engrandezco para crearme más perceptible que este simple cuerpo creador, ello es solo por simple atracción; una atracción natural hacia la atracción que me mueve a atraer".
No habría jamás tal misantropía que convenza al hombre de abandonar su atracción.
      Y el hombre entonces decide que lo que desea es atraer a una mujer que disfrute su obra y lo ayude a mantenerla; decide que hará lo posible por inculcarle esa constancia con que la ha realizado y atraído. Se compromete a continuar atrayéndola, renovando cada día sus energías creadoras; que su energía creadora no se agote nunca antes que su cuerpo y que pueda sostenerlo tanto como pueda "to improve his own potential".
     Y si la atrayese, de seguro olvidaría cómo lo hizo en su totalidad, obedeciendo a su potencial creador que incluso abarca la propia mecanicidad. Entonces se parecería a su obra, a esas pirámides que siendo todas lo mismo, difieren la una de la otra.
     Y así, su mujer, diferirá de las demás; será única como cada una de sus obras.
     Entonces se preguntará por la perfección y la estética y comprenderá que ellas son las dueñas de la creación, y que sólo se remiten a la constancia, que es la única que (sin referir el pasado) logra continuar la existencia de estos hombres.