Como si fuera mi vida un diario público, he comenzado hace demasiado tiempo a escribirla y mostrarla. He demostrado demasiado de lo que pienso y sigo haciéndolo. De esto o aquello, pero demasiado.
Leo durante la noche y duermo las mañanas. O me levanto por la mañana bien temprano y me voy hasta la oficina a hacer diseños y escribir. Escribo menos de lo que quiero. Leo mucho menos. Y hago diseño gráfico y diseño web muy por sobre de lo que debería. Todo por mí mismo.
Y cuando llega la mitad del día me recuerdo que quisiera salir a correr. Y también cuando termina el día me recuerdo que quiero levantar pesas. Hago algunas repeticiones de unos cuantos kilos a las dos de la mañana.
De yapa me anoté en una carrera universitaria. Y no gano plata. Escucho los reclamos salariales de los docentes. Y hace ocho años que lucho por una educación igualitaria. ¿Y yo qué reconocimiento tengo? Ninguno. ¿Y qué acreditación? Ninguna.
Ahora voy al negocio de deportes y me compro unos guantes de boxeo de menor calidad que los que yo tenía. Por más del doble del precio que pagué por los míos. Me salieron ochenta pesos en el año Dos Mil Ocho, los que me robaron. Los compré en el Shopping.
Guardo mi memoria recelosamente como si fuese indispensable. Y todos quienes están alrededor se ríen de ello. ¿Qué provecho le saco? En el mundo actual todo es ventaja, todo es medrar a través de la enajenación. Me acuerdo que María Angélica Carbonara me hizo aprender de memoria el título, el preámbulo o algo similar del Código de Comercio. ¿Para qué? Para que lo olvide y si alguna vez debiera utilizarlo en mi defensa, de seguro me torturarían hasta que ya no entendiese sus palabras.
Estas últimas noches soñé mucho. Me sentí muy bien conmigo mismo y a la vez reflexioné sobre qué me impide lograr mi éxito completo. ¿Por qué no gano dinero? Ese es el fuerte interrogante. Si el dinero tienen que dármelo otras personas, entonces tengo una mala manera de comunicarme. Me asombra que muchas personas, por ejemplo, consiguen muchos votos de "Me Gusta" en sus páginas de Facebook y yo sólo unos pocos. En algo estoy fallando. Los números siempre están muy alejados de mí, dicen que fallo mucho. Mis números siempre son grandes.
Hago algunas repeticiones de pesas y pienso que debería hacerlas más lento. Y a la vez pienso que debería estar escribiendo o leyendo. Me da dolor de cabeza y recuerdo que me pasó lo mismo en Cipolletti por tomar tres dosis de Supradyn diarias cuando la recomendación es de una sola. Lo mismo con la proteína; la recomendación es de una dosis y yo ya me tomé tres en el día.
Estoy trabajando en ser bueno con la gente. Aunque mi legado es muy fuerte. Ser bueno equivale a brindar confianza y eso termina en las mismas decepciones que sufro siempre.
Hoy un pasaje de Hesse no dejó de conmoverme y voy a transcribirlo: "Ahora estoy estudiando aquel ejercicio del principio al fin, es decir, repaso a fondo todas sus frases, lo traduzco de nuevo al idioma vernáculo: a las matemáticas, a la ornamentaria [sic], al chino, al griego... Una vez más en mi vida, al menos, quiero estudiar con cuidado y detenimiento el contenido total de un juego de abalorios, para después reconstruirlo. La primera parte quedó ya a mis espaldas, tras de haberle dedicado dos años, y es seguro que aún habré de dedicarle algunos más; pero gozando en Castalia de nuestra antaño célebre libertad de estudios, quiero aprovecharla precisamente en este sentido. Las objeciones en contra me son harto conocidas. La mayoría de nuestros maestros dirían: <<Hemos inventado un juego de abalorios a lo largo de siglos y lo hemos estructurado a modo de lengua universal y método para expresar todas las ideas y todos los valores espirituales y artísticos, reduciéndolos a una especie de común denominador. Entones llegas tú y te pones a remirar todo esto para ver si es correcto. Necesitarás tu vida entera para esta labor y después de [sic] arrepentirás de ella.>> Pues espero no tener que arrepentirme."
Para hablar un poco sobre este fragmento, voy a decir en primer lugar que el párrafo es mucho más amplio. Lo que rompe con todas las normas supuestas de la escritura; en segundo lugar, que debería empezar y terminar mi cita con puntos suspensivos entre corchetes para denotar el faltante. Porque la cita propiamente hecha debe corresponder como mínimo a un párrafo. Esa es la organización semántica de las ideas. De otro modo, la idea está incompleta. Sin embargo, de todos modos, lo he hecho así porque al común de los lectores les importa un bledo (con todo respeto). Luego debería decir que la única parte que en realidad me interesa de todo el texto citado es sólo la parte entre corchángulos. Y que he usado el adverbio <<[sic]>> para denotar errores en el texto original de una edición muy rimbombante de manera que rebata así los argumentos de algunos que han criticado mi primera edición de "Mi primer monstruo" -por ejemplo, mi tía Vilma que ha sido directora de escuelas selectivas durante largos períodos (con todo respeto)-; para el caso, también quiero decir que aprendí el recurso del adverbio leyendo a Marcelo Díaz (en su "Díptico para ser leído con máscara de luchador mexicano", si no me equivoco), y que el corte de las tapas de mi libro fue perfecto; cien cortes de tapas perfectos, a lo que me rebelé cortando una pequeña porción del ángulo de una solapa (hecho decididamente a propósito) y pegándola en su reverso con mi firma y una pequeña inscripción al respecto; esa copia se la ofrecí a la doctora Rosana Tupone a la que le pareció muy caro el precio que otros pagaron sin rechistar y que más tarde le regalé en muestra de mi aprecio a mis vecinos Marissa y Jorge por el cariño que me han brindado durante años. Yo tengo a la vez que la suprema compulsión de la búsqueda de la perfección, el más profundo desagrado hacia ella cuando se presenta como una creación humana (porque la creación humana perfecta no debe ser susceptible de logro). Finalmente, me apena que se confunda entre corchángulos el pronombre "te" por el conector "de", lo que de todos modos no le quita el significado a la frase. Esa frase me parece sencillamente genial y en ella encuentro reflejado mi constante choque contra el sistema educativo; hace falta leerla más de un centenar de veces para comprenderla (yo lo he hecho).
Esto último me sirve como preámbulo para plantear dos situaciones que a mí se me antojan de suma importancia para el desarrollo de la vida en el mundo organizado: Primero que yo soy un hombre en extremo meticuloso y excesivamente preocupado por los significados (algo que no es nada común); y en segundo lugar, que la educación clásica, organizada y sistemática debe ser completamente incompatible con mi persona. Digo esto porque justamente acabo de empezar la carrera de Ciencias de la Educación y he faltado toda la semana a las clases; y porque si yo fuese a las clases y atendiese lo que los profesores pretenden de mí, pues no estaría haciendo esto que yo estimo de sumo valor y altamente más productivo que realizar una guía de preguntas dirigidas por un catedrático que simple y llanamente no me comprende. Quiero decir que me da terror involucrarme en la Universidad Nacional del Sur y en su supremo sistema de corrupción que comienza por sembrar el escepticismo en las mentes prolíficas, todo esto en nombre del conocimiento, lo que denota una suprema inconsistencia. Todo eso me asusta: Voy a ir ahí a escuchar un monólogo de paparruchadas y después ¿Cómo voy a hacer para volver al mundo real?¿De dónde voy a ganar plata, repitiendo esa sarta de gansadas? Yo sé que esto ofende a muchos, pero es necesario que lo diga, porque es cierto, en cada letra, en cada letra es cierto.
Aquellos quienes se ofendan con esto que escribo, son los que querrán argumentar que no todo en el mundo se cierne a lo cierto. Y me atacarán porque yo no pueda ganar dinero. Dirán barbaridades de mí y me encerrarán en el mismo círculo vicioso del que yo me esfuerzo con sagacidad por salir.
Si no me alcanza la plata que me dan y siempre tengo un interés más, ¿Me voy a gastar trescientos pesos de colectivo para ir y volver todos los días, cuando puedo gastarlos en un suplemento dietario para ponerme más grande? Si me pongo más grande, sigo haciendo deporte, me hago más fuerte, me hago más duro, junto más furia, voy a llevarme el mundo por delante y amenazar al que se proponga cortarme el paso. Así me enseña el sistema educativo; así hacen para darle a sus hijos y para tener ellos, los profesores, lo que quieren a base de reclamos y medidas violentas. Ellos juntan una multitud para combatir a unos cuantos. Yo me voy a hacer uno solo, yo mismo, un solo hombre capaz de enfrentar solo, yo solo, una multitud. Con argumentos, intelectualmente y con fuerza bruta, a puñetazos, empellones y golpes. Y quién no dice que consulte unos cuántos libros sobre explosivos, y me haga un Alfred Nobel en potencia terrorista.
Me imagino cuando rinda una prueba y escriba todo lo que me venga a la mente, diga una sarta de sandeces (o así sonará para el profesor) y me desaprueben. Me va a invadir la furia ¿Quién es ese hombre para sojuzgarme así?¿Por qué él puede cobrar por dar clases y yo no? No tiene importancia, yo vivo en el más completo absurdo. Me hice fuerte, soberanamente fuerte. Incluso a veces temo lastimar a los demás, porque puedo. En mi mente, reina la idea de que he soportado las mayores vergüenzas y he padecido todas las iniquidades, todas las injusticias y he visto y acudido a las mayores desgracias y dolores; he asistido situaciones increíbles y, sin embargo, desearía soportar sobre mi pecho los latigazos de todo el dolor del mundo, ser despellejado y descuartizado vivo con tal de no volver a escuchar un reclamo ni una objeción a mis palabras, con tal de no ser rivalizado y ser feliz.
Si insistimos en la plata, voy a desperdiciar un montón de plata, comprando todos esos apuntes berretas que terminan en el fogón encendiendo una pila de piquillín para hacer el asado del fin de semana. Hoy se lo dije al hombre que me atiende en la imprenta. El estudio en las instituciones es un desperdicio de dinero. Un desperdicio de dinero muy grande. Tendrían que hacer sus propios libros los profesores, como hacía Lucrecia Boland cuando yo iba al secundario -Y mirá, voy a tener que hacer un parate y ser pragmático por un instante con vos que estás leyendo. A mí no me gustaba ir al secundario: Me hubiese gustado tener mi tiempo para leer mis propios libros (los que yo hubiese elegido). Porque al final todo resulta en una mezcla informe que te mienten que está dirigida hacia un interés determinado, pero no, no es así, no. Ahora, vos sabés que me acuerdo de Juan Rosés seguido los últimos días... Me gustaría llamarlo, venderle un libro. Y eso que Juan me mandó a Diciembre y se asombró de mi desempeño al final. Y yo no me lo bancaba ni medio, me parecía un charlatán. Pero le vendería un libro y le pediría ayuda para que me ayude a hacer triunfar mi empresa. Vos viste cómo son esos giros que te da la vida...-.
En definitiva que a mí me gustaría cobrar por ser profesor o ayudante de cátedra o personal no docente y participar del sistema para cambiarlo desde dentro, pero no me dejan -Me la ponen difícil y se hacen los exquisitos y superiores y selectivos. Me caen mal-.
Si me propongo defender la industria editorial (y con todos los libros que tengo, no me queda otra opción), lo menos que puedo hacer es estar en contra del apunte y la fotocopia. Además estoy comenzando mi propio emprendimiento editorial, tengo que ser consecuente.
Yo ya tengo demasiado de esto y aquello, una biblioteca inmensa que no alcanzaré a leer en toda mi vida, pero que si vendo a precio de libro-papel no me dará de comer ni siquiera un año. Tengo toda la inteligencia que desearía y más y toda la estupidez y absurdidad concentradas en un pequeño punto sobre mi ombligo.
Ya no quiero más, ni de esto ni de aquello. Quiero tener dinero y viajar lejos de esta ciudad que no me hace feliz, continuar escribiendo cosas como estas o libros como los que ya he escrito o terminar de escribir los que están por la mitad. Quisiera continuar con mi actividad editorial y poder terminar con el embrollo de la plataforma de internet, comenzar a recaudar dinero y lograr desprenderme en todo lo que respecta a lo económico de mi familia sobre todo; esa es una carga exagerada para mí.
Tendré que ver cómo me las arreglo e intentar dormir menos, reaccionar más, estar más atento, mejorar mi ánimo por las mañanas. Apurarme para llegar hasta el "cutting edge" de la internet antes de que vuelva a evolucionar. Ya lo estoy rozando con mis dedos. Que no deba esperar más, por favor. Sólo necesito dominar el sistema de financiación de masas. Ya miles lo han logrado, tengo que poder yo también. No soy el primero. Tal vez soy la avanzada de la revolución en mi país, o en mi ciudad, o entre mi grupo de amigos o en la pequeñez de mi mente embotada en las palabras. Pero quiero decir, tengo que lograrlo, tengo que lograrlo en cuestión de meses, antes de que termine el año. ¡Se me está pasando el tiempo!
No sé qué opinarán los demás, pero se me ocurre que si en la balanza pongo de un lado demasiado de esto y del otro, pues demasiado de aquello... La balanza quedará perfectamente equilibrada. O no perfectamente... Pero tampoco casi. Quedará equilibrada.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario